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La UMA son sus egresados: Fátima Agy Coelho

Abr 19, 2023

Tiene trece años dedicada a la comunicación corporativa, ha trabajado en empresas multinacionales de consumo masivo, B2B, finanzas, tecnología y agencias. Desde hace tres años es la Gerente de Asuntos Corporativos y Compromiso para L´Oréal Centroamérica y Región Andina, basada en Panamá. Su primer trabajo fue en la Monteávila como Coordinadora de Pasantías, también dio clases tanto en pregrado como postgrado durante siete años. Es egresada Cum Laude de la promoción 2009 de Comunicación Social, y de la Especialización de Comunicación Organizacional (2013). 

Mi historia como comunicadora empezó desde que tengo uso de razón porque siempre he tenido la inquietud de expresarme a través de la palabra. Una de las formas en las que me siento más viva es cuando puedo poner mi mundo interior en letras o en una conversación. 

Desde muy pequeña me encantaba escribir historias, tenía cuadernos llenos de cuentos que producía mi imaginación y amaba todo el proceso desde tener la idea, construir los personajes y acontecimientos en mi cabeza, luego llevarlos al papel y releerlos varias veces. En el patio de mi casa en la urbanización El Marqués de Caracas tenía unos ventanales muy grandes en el que podía ver mi reflejo completo, agarraba un cepillo de cabello y jugaba por horas a ser presentadora de televisión. 

Cuando apenas estaba en primer grado hicieron un casting para el acto cultural que para mí salón era la obra de Aquiles Nazoa “Cenicienta al alcance de todos”. Al azar me tocó audicionar para el papel de una de las hermanastras de Cenicienta. Llegué a la casa y le mostré la nota en el cuaderno a mi hermana para que me ayudara, porque no entendía muy bien qué era “el acto cultural”, ni qué era una audición. Mi hermana, que es la persona más carismática que conozco, practicó conmigo por horas y horas la parte del guion que me habían asignado:

Primera jamona: cuando termines

(a la    los brodequines

Cenicienta)  y el tirolé,

pues los Marqueses

de Raboalzado

me han invitado

para un minué.

Yo no entendía el 80% del texto, pero así lo memoricé a la perfección y los gestos y articulaciones que me había enseñado mi hermana. En la mañana de las audiciones, las maestras de 1ro “A” y 1ro “B” me llamaron a mi turno e hice mi interpretación tal cual la había ensayado. Ambas bastante sorprendidas se dijeron entre ellas: “esta niña tiene que ser actriz”. 

Desde ahí supe que la comunicación y la expresión oral estaba en lo más profundo de mi alma. Ese año me metieron también en la obra de las niñas de segundo grado y, como estudié en un colegio de puras niñas, cuando habían papeles de hombres para el acto cultural, me los daban a mí porque era la única que podía hacerlos sin ningún problema ni complejos. Yo lo que quería era estar montada en el escenario sin importar el papel.

En cuarto año de bachillerato yo seguía con mi inclinación de estudiar artes escénicas cuando llegara a la universidad. Hice un test vocacional y me salió 100% de inclinación hacia la carrera de Comunicación Social. Empecé a averiguar las diferentes opciones y pénsums de las universidades en Caracas que tenían esta carrera. Al entender más sobre lo versátil de la profesión, y que sin duda era muy afín a mis habilidades, fue muy fácil tomar la decisión.

Quería estudiarla en la Universidad Católica Andrés Bello; sin embargo, para tener más opciones, presenté también en la Universidad Central y en la Universidad Monteávila por recomendación de una vecina (casi nadie conocía la universidad para el 2003). Fui con mi mamá a hacer el recorrido de todas las universidades, y cuando ella me acompañó a presentar el examen de admisión y a la entrevista en la Monteávila me dijo: “hija, esta es la universidad para ti. Sus valores, sus jardines, lo acogedora que es. Esta es”.

Cuando recibí la noticia de que había quedado directamente en la UCAB para estudiar la carrera de Comunicación Social, no lo podía creer, porque era muy difícil entrar. Sin embargo, le hice caso a mi mamá y al vuelco que había dado mi corazón y me inscribí en la Universidad Monteávila para empezar clases el 4 de octubre del 2004.


Los primeros años no pensé dedicarme a la comunicación corporativa, porque realmente fue hasta el cuarto año de la carrera cuando empezamos a ver materias más especializadas en esta área de la comunicación. Por algún tiempo, pensé que me iba a dedicar al periodismo de investigación ya que era de las materias en las que mejor me iba junto a las de filosofía y las historias.

Sin duda, puedo decir con todas sus letras que la formación tan única y profunda en temas filosóficos hizo toda la diferencia en la profesional que soy hoy en día. El criterio que logré cultivar en la Monteávila, gracias a entender los pilares históricos que han modelado a la humanidad, las grandes obras literarias que han sido reflejo e influencia de nuestra evolución y las cuestiones del hombre que le dan sentido a todo lo que hacemos, es lo que me ha permitido ir creciendo con los retos, no perder el foco en el camino y la capacidad de analizar el bosque y no solo el árbol.

La Monteávila profundizó en mí la pasión por la búsqueda constante del conocimiento.

Las materias que más me gustaron fueron Historia de la Cultura, Antropología Filosófica, Sociología y Géneros Periodísticos. Hoy en día tengo esta reflexión recurrente con mis amigas de la UMA: ¡Qué privilegio el nivel de profesores que tuvimos en la universidad! A muchos los sigo por diferentes canales en la actualidad, y me siento realmente afortunada de haberlos tenido como maestros. Lo más importante que ha dejado la Monteávila en mí, que ha sido fundamental en mi carrera, y vaya que ha dejado muchas cosas, es el desarrollo del pensamiento abstracto para conseguir la interpretación de la realidad que me sirve de mejor manera.

¡Ufff, anécdotas en la Monteávila y de mi etapa como estudiante tengo millones! Creo que al igual que todos los que veían la materia de Historia de la Cultura con el profesor Antonio Ricoy. Esta asignatura dejó una gran huella e historias en nosotros. En mi primer examen, recuerdo haber estudiado días y días, y cuando me lo entregaron había un grandísimo 07. ¡Cero siete, señores! Estaba llena de frustración y por un momento pensé: ¿Qué le diré a mis papás cuando me boten de la universidad por raspada? ¡No hay manera que pueda con esto!

Sin embargo, luego me dije a mí misma: ¡Tienes que esforzarte el 110%! Recuerdo que me despertaba los fines de semana a las 6:00 a.m. a hacer guías y guías sobre las tragedias griegas, los hitos históricos de Roma, las dinastías faraónicas. Mientras todas mis amigas estaban de viaje en Carnavales 2005 yo decidí no ir a ningún lado, y dediqué todos esos días libres a seguir haciendo guías de Historia de la Cultura, mapas mentales, esquemas, resúmenes. Los firmaba como “Barbie”.

Un día llegué a la universidad y me di cuenta de que me había vuelto famosa (bueno yo no, la famosa era “Barbie”). Mis guías ya eran parte del material fijo en “Reproducción” y se habían esparcido por los estudiantes de primer año de las tres secciones. Muchos no sabían quién era yo, pero sí estudiaban con las guías de “Barbie” que aún tenían errores ortográficos porque la profesora Grisel Guerra aún no había terminado de hacer su trabajo conmigo. 

La materia de Historia de la Cultura la cerré con 18. Cuando pasé a segundo año el profesor Ricoy me invitó a ser preparadora de algunas tragedias para sus nuevos estudiantes. Pocas veces me he sentido tan honrada y emocionada en mi vida. Para mí la Monteávila no fue la universidad en la que estudié, Monteávila se llama uno de los capítulos más importantes de mi vida que me dejó no solo grandes aprendizajes y mis bases como profesional, sino amigos que son como hermanos hoy en día y muchas de mis mejores historias.

En el 2004 yo creía en la universidad cuando era poco conocida, y en el 2010 la Universidad creyó en mí cuando me dio mi primer trabajo como profesora de Redacción y Estilo y Coordinadora de Pasantías. Las dos crecimos juntas. Uno de mis momentos favoritos era cuando yo le contaba a mis estudiantes que cuando yo entré a la universidad no había “Anexo” y tampoco existía el Centro Comercial Millenium: “Sí, muchachos, si salíamos de la universidad a comer solo íbamos al Boleíta Center o a la Crocante”.

Ver cómo crecía la universidad me inflaba el corazón. Trabajé siete años tiempo completo en la Monteávila y cuando decidí iniciar una nueva experiencia profesional lo primero que negocié en mi nuevo trabajo fue poder tener dos horas disponibles para seguir dando clases. Sueño con el día en que me llamen para volver a dar clases así sea de manera virtual. 

Cada una de mis etapas en la Monteávila me han dejado cosas que me han hecho mejor persona y más feliz. Varias de mis mejores amigas hasta hoy las hice en mi carrera de pregrado, en el postgrado y en mi trabajo de la universidad. Compartir mi historia como egresada UMA significa ver hacia atrás y estar agradecida del camino recorrido. Significa honrar todos los esfuerzos que hice como estudiante para lograr graduarme Cum Laude y lo afortunada que fui en contar con profesores que no dudo sean de los más grandes intelectuales y profesionales que tenga el país ahora y de compañeros con un alma muy parecida a la mía. 

Aún persigo a la UMA por todos lados. Sigo sus redes sociales, interactúo con su contenido, celebro los éxitos de sus egresados cuando me llegan noticias y voy por ahí como embajadora de que es una universidad realmente única y maravillosa. La experiencia UMA es algo en sí mismo, no se compara con nada.

Mi carrera en este momento es mi gran proyecto de vida, vivo en Ciudad de Panamá desde el 2018 con mi esposo Miguel López-Henriques. Llevo 13 años dedicada a la comunicación corporativa y creciendo de a poquito. He tenido la suerte de estar en diferentes empresas lo cual me ha dado experiencias y aprendizajes distintos de esta área de la comunicación. Estoy muy enfocada en seguir poniendo los bloques para asumir un reto mayor que implique una dirección a nivel regional a corto plazo. 

Para mí el cielo es el límite y no dejo de soñar con ser un ejemplo de que las mujeres estamos logrando el lugar en la sociedad que nos merecemos a través del trabajo esforzado y la disciplina. También tengo el proyecto de escribir mi primer libro y que salga al aire un podcast que estoy inquieta por hacer desde hace años.