Todo comenzó durante la celebración del Show del Pingüino 2023. Los resultados con la decisión final de los jueces tardaron en ser revelados. Casimiro, quien estuvo cerca de la tarima apoyando el talento UMA y bailando, se sorprendió cuando los miembros del Centro de Estudiantes dijeron que la hoja con los resultados olía a pescado y estaba húmeda. Juan Diego Arcaya, presidente del CEUMA y buen amigo de Casimiro, le preguntó si había almorzado cerca de ella mientras nadie lo veía, pero el pingüino negó con fuerza. Juan Diego le creyó y, afortunadamente, la buena organización de los alumnos hizo que el evento fuera un éxito que Casimiro celebró con sus compañeros.
A la semana siguiente, comenzaron a suceder cosas aún más extrañas por la Monteávila. El lunes Reproducción amaneció con las estanterías vacías: alguien se había llevado todos los bolígrafos, lápices y marcadores, mientras que las hojas blancas estaban regadas por el suelo como copos de nieve. Sólo se supo qué fue de la tinta de las máquinas, pues unas huellas curvadas de color negro manchaban los escalones de la entrada. “¡Esas son de Casimiro!”, dijo el señor José al revisar la escena.
Para el martes, el caos se suscitó cuando las chucherías y el contenido de las neveras de Oasis, Date Aquí y Chefas también desaparecieron. Migajas y restos pegajosos de helado volvían a trazar las huellas de un segundo crimen pingüino. “Nos dejaron sin Pingüinos Marinela”, declararon Valen y Carlos en Date Aquí. “¡Casi se comió todas las paletas!”, dijeron al unísono Coro e Isa en Chefas.
A mitad de semana, UMA TV, Radio UMA y Pluma tuvieron una invasión mediática pingüina. En las cabinas de radio se escucharon graznidos cuales bocinas de carros, mientras que en el estudio de televisión aparecieron unos videos con planos detalle de patas de ave bailando. Cuando la profesora Sabrina abrió el portal de Pluma en su computadora los últimos artículos habían sido sustituidos por reseñas sobre películas como La Marcha de los Pingüinos, Happy Feet y Reyes de las olas.
Durante el jueves algunos de los alumnos más deportistas dijeron que una de las porterías de la cancha fue tumbada para construir un iglú de tierra.
En el último día de la semana la travesura fue distinta, en parte porque se evitó casi de inmediato. En el rectorado, un angustiado Guillermo Fariñas no encontraba su saco de vestir preferido. De repente, Casimiro apareció con saco en aleta.
“¡Casimiro! ¿Qué te ha pasado que has estado tan tremendo esta semana?”, le preguntó el rector.
“¡Justamente quería hablar de eso! Hay un pingüino impostor y voy a demostrarlo”, respondió la mascota.
El resto del viernes Casimiro hizo labores detectivescas para probar su inocencia. Recorrió cada uno de los lugares, vio los videos, estudió las huellas y habló con los miembros del CEUMA para ayudar a restaurar todos los espacios afectados de la universidad. A Juan Diego le pidió que lo siguiera de vuelta a Buen Pastor para algo importante.
Cuando Casimiro volvió a la plaza de Campus Oeste al caer la tarde le pasó algo muy raro para un pingüino: sintió escalofríos. Escuchó un sonido que no escuchaba desde que era casi un polluelo, el de otras patas de pingüino tras él. Al darse vuelta, Casimiro se encontró cara a cara con su pasado.
“¡Lautaro! ¡Conque sí fuiste tú!”, exclamó el pingüino originario de la UMA.
Lautaro rió. “Sí, vine desde Isla Martillo para visitarte. Y vos, primito, ¿cómo estás?”, dijo el pingüino rey de Argentina.
“¿¡Primito!?”, gritó sorprendido el presidente del CEUMA 2022-2023, quien había comenzado a grabar con su teléfono el encuentro pingüino desde el piso de la Facultad de Comunicación.
“Primo lejano”, le corrigió Casimiro. “Siempre ha querido ser un artista famoso, pero en la familia nunca lo han aceptado”, continuó.
“Así es. Pensé que al menos me invitarías al Show del Pingüino para mostrar mi talento a tus amigos de la UMA, pero después de varios años… ¡Nada!”, explicó Lautaro. “Decidí quitarte entonces tu puesto acá, así que empecé con mis trucos en el propio show. La lluvia del viernes cubrió el rastro de mis huellas al tomar los resultados, pero después todo salió como lo planeé”.
“¡Claro que no! Yo nunca dudé de Casi. Y ahora, publicaré este video para que todos se enteren”, dijo Juan Diego. Casimiro chocó aleta con puño con él. Pronto, los alumnos se acercaron a la plaza con sus teléfonos, curiosos por saber de Lautaro y su colorido aspecto.
“¿Se quieren tomar fotos conmigo?”, preguntó Lautaro, siempre vanidoso.
Casimiro volteó los ojos. “Hagamos un trato, Lautaro. Te dejo quedarte un rato conmigo en la Monteávila para que muestres tu arte, pero sólo si te disculpas con todos por lo que hiciste”, le dijo.
“¡Tremendo laburo, Casi! Acepto”, contestó el pingüino argentino.
Y así, Casimiro resolvió su primer misterio haciendo lo que hace mejor: siempre cuidando a la Monteávila y compartiendo con sus estudiantes.
*Esta es una historia de ficción, los hechos presentados no son reales.
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