Río Caribe, un rincón costero del estado Sucre, fue el escenario de una experiencia educativa y comunitaria que dejó huellas profundas. Durante una semana, el equipo del Centro de Estudios para la Discapacidad (CEDISC) acompañado por su directora Selene Monteverde y Rebeca Estefano, coordinadora de investigación, se trasladó a esta localidad para llevar a cabo una intervención educativa que, más allá de los talleres, sembró vínculos, aprendizajes y empatía.
Primer contacto: un taller que abrió puertas
La actividad principal se desarrolló en el Liceo “Aristóteles Istúriz”, donde el equipo del CEDISC ofreció un taller de formación para maestros en aulas diversas. El primer día, la jornada fue teórica y contó con la participación de 26 docentes del liceo, además de siete representantes de un instituto gubernamental de protección infantil. En la tarde, se sumaron más profesionales del área de protección del niño, ampliando el alcance del mensaje sobre inclusión educativa.

Pero fue el segundo día cuando el poder de la novedad de la visita en la comunidad fue el catalizador para que la noticia del taller se expandiera, y esto motivó a que más docentes de escuelas rurales no convocados originalmente asistieran a la formación. “Fue un honor recibirlos”, comentó Selene Monteverde. El equipo se adaptó rápidamente, ofreciendo un taller express para los recién llegados y organizando actividades prácticas para todos.
Aulas diversas, más allá de la discapacidadEl enfoque del taller giró en torno al modelo social de la discapacidad y al Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), una propuesta que busca transformar el entorno educativo para que todos los estudiantes, sin importar sus condiciones, puedan aprender juntos. “La diversidad va más allá de la discapacidad”, explica Monteverde. La directora del CEDISC comenta que en Río Caribe, por ejemplo, muchos niños son criados por sus abuelas tras la pérdida de sus padres en el mar, una realidad que redefine el rol de la escuela como espacio de crianza y contención emocional.

Durante la intervención, el equipo del CEDISC recopiló datos que servirán para diseñar un programa de teleeducación adaptado a las necesidades locales. La conectividad en el liceo permite pensar en módulos formativos sobre autismo, déficit de atención, trabajo con familias y psicología evolutiva. “Queremos seguir en contacto con la comunidad”, afirma Monteverde, quien ve en la teleeducación una vía para extender el impacto del proyecto.
Un operativo médico que complementó la misión
Paralelamente, el Centro de Estudios para la Promoción de la Salud de la Monteávila y un equipo de 25 médicos, dos nutricionistas, tres odontólogos del Centro Médico de Caracas, junto a marcas como Grupo Leti, atendieron a más de 1.200 personas en un operativo médico que transformó una posada colonial en centro de salud. Aunque el equipo educativo no estuvo directamente en esa sede, la sinergia entre salud y educación fue evidente. La profesora Selene Monteverde destacó que los pacientes seguirán en contacto con los médicos a través de telemedicina.
La experiencia en Río Caribe no solo fue un éxito local, sino también un modelo para futuras intervenciones en otras regiones del país. “Nunca habíamos ido a un sitio tan recóndito”, reflexiona Monteverde, quien quiere replicar esta iniciativa en zonas rurales donde la necesidad de formación y acompañamiento es aún mayor.
Uno de los aprendizajes más valiosos fue descubrir la vocación y preparación de los docentes locales. “Muchos tienen maestrías y especializaciones, y están felices de estar en la educación”, cuenta Monteverde. La imagen que se llevaron del pueblo fue de niños bien presentados y maestros comprometidos con su comunidad.