Con gran emoción culminamos la celebración de nuestro 25 aniversario con un homenaje que enmarca los rostros de quienes con valentía, trabajo y dedicación dieron vida a este sueño que hoy se llama Universidad Monteávila.
En el corazón de la galería, San Josemaría Escrivá nos recuerda que soñar en grande es parte de nuestra identidad. Lo acompañan figuras esenciales en nuestra historia: Enrique Pérez Olivares, rector fundador (1998-2005); Fernando Cervigón Marcos; primer presidente del Consejo Superior (1998-2003), Gustavo Linares Esteves, profesor fundador, y por último el Padre Rafael María Balbín, primer capellán de la Monteávila. Juntos, representan el legado de esta universidad que no para de crecer.





Este espacio, al que llamamos galería de los fundadores, recoge el espíritu visionario del pasado y se fusiona con la invitación a continuar la obra iniciada hace más de 26 años, con el mismo compromiso y pasión que la vio nacer. Porque su propósito es inspirar, reconocer y proyectar.
A continuación, compartimos el discurso completo del rector Guillermo Fariñas Contreras en la inauguración:
Mi saludo al Dr. Carlos García Soto, presidente del Consejo Superior, y demás miembros de ese ilustre Consejo; a los miembros del Consejo Universitario presentes, demás autoridades, profesores y profesoras, familiares invitados y amigos de la Monteávila.
La inauguración de esta galería de fundadores es una deuda que teníamos con quienes iniciaron, en cargos de Consejo Universitario, la andadura de la Monteávila hace ya 26 años. Este acto es el cierre del 25 aniversario del comienzo de clases en el lejano 4 de octubre de 1999.
¿Por qué este homenaje en forma de retratos al óleo? Puedo intuir pero no sé con exactitud qué pensaba el Padre Altimari cuando hace años le encargó al odontólogo y pintor Miguel López, que hoy nos acompaña, estos cuadros. Es justo pues agradecer a ambos.
Al padre Italo por tantas cosas que le debe la universidad. La promovió y la acompañó muy de cerca, y alentó a un grupo de valiosos profesionales para que trabajaran en este proyecto que desde hace más de cinco lustros ha transformado vidas e impactado en la sociedad. Y por supuesto, por idear el proyecto de estos cuadros. A Miguel Ángel por dedicarle talento e incontables horas a pintarlos. Gracias mil a ambos.
Galerías como esta se consiguen en la mayoría de las instituciones académicas. Por lo que una primera motivación es ofrecer como modelo a quienes lo son para el resto de la comunidad universitaria. Otra razón, como ya dije, es honrar a estas personas. Aquí viene una primera aclaratoria: esta galería se inaugura hoy pero no se termina, porque Miguel tiene el encargo de más cuadros. Entre dientes y caries, va robando tiempo para pintar retratos. No voy a hacer spoiler de quienes faltan… Otra motivación es reconocer el pasado, el cual permite proyectarnos al futuro. No salimos de la nada ni bajamos en una nave intergaláctica. Hay una historia, hecha por la acción de pocos o muchos. Aquí un inciso: la historia, decía el maestro Gonzalo Herránz, catedrático emérito de la UNAV, se conforma por fuerzas económicas, demográficas, culturales, etc., pero también por la acción de un grupo de amigos que con un fin en mente han actuado.
Aquí vemos los retratos de un grupo de amigos que se pusieron a trabajar con un propósito común: sacar adelante una universidad y lo lograron. El mejor homenaje a ellos no son estos cuadros sino nuestro continuado esfuerzo por seguir la obra pensada y trabajada hace más de 30 años. En resumen, esta galería es una excelente Memorabilia, es decir, propone personas dignas de ser recordadas, en este caso por su calidad humana y su aporte institucional sobresaliente.
¿Por qué unos óleos, y no unas fotos? Estamos en la cultura de la imagen, del selfie, de fotos graciosas y hasta sublimes. Y de un tiempo para acá, las generadas por la IA. Hay tantas fotos que hay un cierto hartazgo de tanta imagen, muchas veces posada. El óleo, pienso yo, es un «certificado de presencia». Da testimonio del «esto ha sido» o “esta persona vivió y vale la pena recordarla así”. El fotógrafo alemán Roland Barthes, afirma que hay dos elementos en cualquier foto, y yo diría en cualquier lienzo. El primer elemento, el studium, se refiere a ese vasto campo de información que registramos cuando contemplamos fotografías. Lo cito: el studium: “es el campo […] del deseo indolente, del interés diverso, del gusto inconsecuente: del me gusta / no me gusta, del I like it / I don’t”. Barthes afirma que el studium pertenece al orden del to like, no del to love. El studium es como una lectura, En él no hay efusión. El segundo elemento de la fotografía, es el punctum. Este elemento interrumpe el studium. En sus palabras, algo «sale de la escena como una flecha y viene a punzarme». Esto lo entendemos como ese detalle de algunas fotografías o cuadros que nos interpelan, que nos llaman la atención como un pinchazo.
Pienso que todos lo hemos experimentado algunas veces. Es frecuente con las fotos-retrato de nuestras madres. Nos gustan unas más que otras porque hay un detalle que resalta: pueden ser sus ojos, a veces pícaros, en una foto, o su radiante sonrisa en otra instantánea. Esos detalles nos interpelan, y nos llevan, más que poner un like, a decir: te amo mamá. Pienso que los buenos retratos en óleo tiene esa característica: nos punzan, nos interpelan.
¿Habrá en el futuro hologramas con IA? ¿Representaciones digitales en 3D con quienes podremos conversar y sus respuestas serán fruto de su obra escrita? Es bastante probable, las aprovecharemos, pero pienso que no le quitarán espacio a los óleos.
Esta obra de Miguel es una verdadera celebración de la humanidad y la técnica. Con cada pincelada cargada de materia, no solo captura la semejanza física, sino que se acerca a la esencia íntima de la persona retratada. La excelente manipulación del óleo se revela en la riqueza de las texturas — desde el brillo sutil de los ojos hasta la suavidad aterciopelada de la piel— y en el uso de la luz, que permite modelar volúmenes con una intensidad casi escultórica. Sus retratos no son meras copias; son diálogos profundos y silenciosos que nos permiten sentir la presencia, la historia y la vida interior de los retratados.
La galería la encabeza San Josemaría con traje académico. Sus ideas nos inspiraron e inspiran. Fue un universitario, no solo porque se graduó de abogado sino porque dio clases en la escuela de periodismo del Madrid de la preguerra civil. Y animó a un grupo de fieles del Opus Dei a sacar adelante la que es una de las mejores universidad españolas: la Universidad de Navarra. Hay libros que recogen sus escritos y palabras sobre la universidad. He de resaltar la famosa homilía del campus, donde quiso sintetizar el espíritu que Dios le había hecho ver como fundador de la Obra. Pienso que a propósito escogió esa universidad para dar su testimonio. Muchas veces he dicho que sin su vida, obra y enseñanzas, esta universidad no sería. Es de justicia pues, su presencia destacada.
Enrique Pérez Olivares, nuestro rector fundador. Enrique ha recibido varios homenajes en sendos libros de personas muy notables que lo conocieron mejor que yo. Aquí tenemos a sus sobrinos Luisaura y Jesús Alberto, quienes pueden dar testimonio del Enrique hombre de familia, una dimensión fundamental de su vida. Lo conocí en nuestro trabajo del grupo promotor de la universidad cuando en 1994 me incorporé al equipo que ya él encabezaba como futuro rector, aunque su característica humildad no lo hiciera notar en el interactuar cotidiano. Pronto me pidió que lo tuteara, trato que me costó mucho. En esas reuniones presencié al hombre de gobierno, regido por la virtud por antonomasia del dirigente: la prudencia o sabiduría práctica. Se situaba ante los problemas, pedía opiniones y decidía con firmeza lo que teníamos que hacer. Por supuesto, el académico. Le gustaba decir que su carrera educativa le había llevado sí, al ministerio de Educación, pero había partido siendo maestro en el Colegio San Ignacio, pasando por director de la escuela de Derecho de la UCV (mi padre era uno de los profesores en esa carrera) y Decano de la facultad de Ciencia Jurídica y Política. Desarrolló un pensamiento humanista cristiano, que le llevó a presidir el Instituto Jaques Maritain. Su lección inaugural del primer curso de la Monteávila sigue siendo fuente de ideas para quienes hemos trabajado en esta universidad. Sobre todo su definición de la amistad: querer el bien del amigo, quererlo bien. Y lo decía con la convicción de quien lo vivió así con sus amigos.
El Dr. Fernando Cervigón también tenía una trayectoria científica y académica antes de incorporarse como el primer presidente del Consejo Superior de nuestra casa de estudios. Sorprendió a muchos (a mí por supuesto) que no solo era un experto de renombre internacional en ictiología sino un humanista de convicción y estudio. Sus aportes a la formación humanística en la Monteávila aún tienen impacto. Su experiencia de promotor cultural y científico se plasmó en una de las instituciones más importantes de la isla Margarita: el museo marino. Y esos aprendizajes ayudaron a la promoción y gobierno de nuestra universidad. Realmente era un personaje poliédrico, porque además de estos temas, también era capaz de escribir un libro sobre el primer cine mejicano. Conviví con él varios años en el mismo centro del Opus Dei, y he de testimoniar que, tras un aparente carácter seco, podía tener manifestaciones de cercanía e interés entrañables.
Gustavo Linares Esteves. Hombre de fe. Dejó el oficio de la ingeniería para dedicar su vida profesional a la educación. Y lo hizo dos veces. Primero en el Colegio Los Arcos y luego para la universidad. Y este reconocimiento, más meritorio por su edad. Quiero también destacar su humildad. De ser director del colegio y presidente del Ayse pasó a ser un miembro del equipo de trabajo que promovió la universidad.
Estuvo en todo, desde coordinar grupos de estudio y planificación de las distintas carreras hasta llevar las minutas del incipiente consejo universitario, pasando por empujar la consecución del terreno que hoy poseemos en Caicaguana. Volviendo a su fe. Un ejemplo pequeño pero significativo y con fruto: enterró una estampa de San Josemaría en la tierra que con el paso de los años, y estoy seguro por su intercesión, se negoció con el Municipio para ubicar el campus de la Monteávila. Gustavo era un hombre bueno, querido por muchos que le trataron en el ámbito de la universidad. Sé que mis palabras no le hacen total justicia a su valía humana y sobrenatural.
Cerramos con el único sobreviviente de esta primera muestra con la que se inaugura la galería de fundadores, el padre Rafael María de Balbin, nuestro primer capellán. Otro humanista que la Monteávila tuvo la fortuna de contar desde su etapa de proyecto como en los primeros años, para orientar bien, tanto los temas que todo universitario debía conocer, como de la necesidad de aclarar conceptos e ideas en las materias medulares de las cuatro carreras iniciales.
Los famosos planos del conocimiento, que hoy se conocen en muchas universidades como el core currículum, fueron una piedra miliar para el diseño de nuestros programas de estudios. El padre Balbín apoyó para que estuvieran presentes ya sea en materias individuales como en asignaturas profesionales, lo cual ha hecho que la Monteávila tenga en su ADN la formación humanística, base de la educación integral que impartimos. Otra gran iniciativa fueron los cursos para profesores, que en un momento dado se constituyeron en diplomados de filosofía y teología. Siempre me gusta recordar el testimonio del querido y recordado Edison Mariño, profesional de la computación y la economía, que luego de tomar estos diplomados y otros cursos para docentes suele decir: es como si me hubiera puesto unos anteojos que me hicieron ver la vida de manera distinta.
Nos acompañan familiares de los retratados.
Jesús Pérez Lavaud, sobrino de EPO, padre de Carlos egresado de la II promoción de Administración; y Luisaura de Suárez, sobrina también del rector fundador, esposa de Faen, casi fundador de la Monteávila. Marisabel, Gustavo y Andrés, hijos del. Ing Linares.
Gustavo José fue profesor fundador de la Monteávila. Andrés siempre cercano a la universidad y con quien pronto compartí adelantos del retrato de su papá, y Marisabel, mamá de Jorge, un egresado reciente de Comunicación Social. Me alegro que nos hayan podido acompañar.
Una vez más, agradezco al padre Altimari por su iniciativa y a Miguel por los retratos, y a ustedes por acompañarnos.