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La formación humanística es clave para construir una civilización de seres libres

Dic 14, 2023

El pasado martes 5 de diciembre se realizó el Consejo Nacional de Fedecámaras, al que asistieron el Comité Gerencial de Fedecámaras, representantes de sectores, regiones y demás invitados. 

El rector Guillermo Fariñas Contreras fue invitado a participar en el conversatorio “Visión Educativa 2024”, espacio en el que abordó un rasgo distintivo de la propuesta educativa de la Monteávila: la formación humanística. A continuación presentamos fragmentos de su intervención:

“En la Monteávila le damos un papel relevante a lo que muchas universidades anglosajonas y algunas europeas llaman el core curriculum, que en el mundo iberoamericano se conoce también como formación humanística o humanidades. ¿En qué consiste? Se trata de saberes que estudian lo específico del ser humano y sus producciones. Filosofía, Ética, Historia, Literatura, Teología, Cultura científica y tecnológica. 

Los que han promovido esta formación en las universidades, independiente de la carrera, lo hacen porque tienen la convicción de que las sociedades liberales y la democracia necesitan las humanidades. Una civilización de seres libres que deciden su forma de gobierno y quiénes le han de gobernar necesitan criterio para estas elecciones. Este criterio no lo dan los saberes científico-técnicos sino la formación cívica que da la formación humanística. 

¿Por qué son capaces de generarla? Los expertos sintetizan en tres rasgos esta formación liberal. El primero puede sonar pomposo: cultivar la perspectiva sapiencial. Situar al estudiante ante las grandes cuestiones de la existencia humana; que advierta que preguntas como qué es el ser humano y en qué consiste el bien y la justicia no pueden eludirse. Es saber ir al fondo de los asuntos, preguntarse los porqués de decisiones y conductas. Todo lo anterior no puede ofrecerse como respuestas enlatadas. Se pretende que su encuentro con autores e ideas lleven al estudiante a buscar solución a interrogantes más fundamentales. La sabiduría no es tanto poseer unos saberes como desarrollar un hábito intelectual inquisidor. 

La segunda es desarrollar la capacidad de juzgar. Estamos en el plano de la ética. El poseer principios de decisión y conducta y aplicarlos a situaciones concretas. Por ejemplo, distinguir entre extorsión y soborno, y saber en una determinada situación si estoy ante uno u otro, y juzgar qué hacer. Por supuesto, el buen ejemplo de los profesores es clave. La integridad moral no se enseña, pero sí se aprende vista encarnada en unos y otras.

La tercera es suscitar el interés por la verdad. Nuestra aún vigente ley de universidades afirma que su tarea principal es “la búsqueda de la verdad y afianzar los valores trascendentales del hombre”. La verdad es la única moneda válida en las universidades. No la utilidad, el interés o el poder. 

El peor enemigo en esta aspiración a lo cierto es el relativismo. Por un lado, es el pragmático “todo vale”. Por el otro, crea un divorcio entre los distintos saberes. Lo verdadero en una rama del conocimiento no comunica con las otras, porque se niega un principio integrador. Por supuesto que nadie es dueño de la verdad. Por eso este fin: el interés de buscarla, de ahondar en ella, y de hacerlo acompañado.

(Pregunta a la audiencia) ¿Es el fin de la universidad la formación de ciudadanos libres? ¿Personas que tengan criterio para no dejarse manipular por ofertas políticas engañosas? ¿Qué valoren que es preferible hacer el bien que el mal? ¿Qué escojan la verdad sobre la mentira? ¿Qué prefieran la solidaridad al egoísmo?