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En la Monteávila celebramos la Pascua de Resurrección profundizando en quién escribió la Biblia

Abr 19, 2023

¿Las palabras que aparecen en el Evangelio son exactamente las que Jesús pronunció? ¿Qué son los evangelios? ¿Cómo se formaron? ¿Son libros de historia? fueron algunas de las preguntas que respondió el Pbro. Bernardo Estrada Barbier, director de la Maestría en Teología de la Universidad de La Sabana y capellán de esa casa de estudios, en la conferencia “¿Quién escribió la Biblia? Génesis de los evangelios”, que ofreció el 14 de abril en el Auditorio Principal de la Monteávila.

Esta actividad formativa dirigida principalmente a estudiantes ofreció una amplia comprensión, desde la realidad y los datos verificables, de los únicos libros de la Escritura que contienen la vida y las obras de Jesús: los evangelios. 

“Si nosotros queremos pensar dónde está el origen de los evangelios decimos: en la vida, en la enseñanza y en las obras de Jesús, porque los evangelios lo que nos cuentan es eso. De todos los libros de la Escritura sobresalen los evangelios por su excelencia, ya que son los únicos que contienen la vida y las obras de Jesucristo nuestro Señor, el Hijo de Dios hecho hombre. Ese es el motivo por el cual los cristianos católicos y nuestros hermanos no católicos consideramos los evangelios como el libro fundamental de nuestra vida.

Cuando Jesús muere y sobre todo cuando resucita viene una primera realidad a la mente de los apóstoles: Este hombre era Hijo de Dios, si no no hubiera podido volver a la vida por su propio poder. Los apóstoles empiezan a anunciar el misterio de la resurrección. A partir de allí comienzan a contar la historia. ¿Por dónde empiezan? Por la pasión, muerte y resurrección. Luego se dan cuenta de que se pueden agregar más cosas: cómo predicaba, cómo era su catequesis, cómo eran sus parábolas, cuáles fueron los milagros que el Señor hizo e iban recordando las cosas que Jesús había hecho y muchas que les había dicho mientras vivía con ellos. En la medida que van contando, van haciendo memoria. Esta es la segunda etapa de la génesis de los evangelios: predicación apostólica.

Luego, sin duda alguna el Señor suscita a que escriban lo que en esa predicación apostólica había dicho o lo que había plasmado, y esa es la tercera etapa, que se llama la escritura de los evangelios.

Sobre la cantidad de tiempo que transcurre entre la muerte de Jesús y la escritura de los evangelios, el padre Estrada afirmó que no hay total precisión. “Más o menos un poco más de treinta años”. Del primero del que se tienen datos es San Marcos y probablemente se escribió entre el año 64 y 67 d.C. 

“Cada evangelista empieza a escribir lo que escuchaba a los apóstoles o algunos de los evangelistas que fueron apóstoles lo que vieron. Entonces aparecen cuatro evangelios, cada uno con sus características. Cada uno está dirigido a una comunidad concreta y cada evangelista piensa su libro teniendo en cuenta la comunidad donde se encuentra y a la cual lo va a mandar. El último es el de San Juan, que se sabe que cuando él escribe ya estaba muy viejo y cuando lo lee se da cuenta de que él ya sabe lo que los otros evangelios decían; entre otras cosas, porque no cuenta ningún episodio de los que aparecen en los otros tres. Narra sus propios episodios. Es un evangelio único”. 

Aclaró que no se les puede considerar libros de historia propiamente, sino de contenido histórico, que quieren comunicar una realidad, una verdad; hacen referencia a contextos y acontecimientos comprobables en la historia de la humanidad. 

“En el Museo de Israel se encuentra una placa de piedra, donde figura una inscripción que dice: «Poncio Pilato, gobernador de la Judea, en honor del emperador Tiberio César, en el décimo año de su imperio». Allí quedó escrito para que no haya dudas de que, efectivamente, Jesús padeció bajo Poncio Pilato. 

Cuando nosotros leemos el Evangelio de San Juan, al final del capítulo veinte, ya prácticamente terminando el libro, dice: «Muchas otra cosas hizo Jesús que no están contenidas en este libro. Estas cosas fueron dichas para que creáis que Jesús es el hijo de Dios y para que creyendo tengáis vida en su nombre». Aquí nos da la clave de lo que son los evangelios: unos libros que quieren suscitar nuestra fe.  

Tienen como objetivo acrecentar nuestra fe, pero al mismo tiempo los datos que contiene son hechos vividos y verificados también por la historia universal. En eso hay un evangelista especialmente atento, que es el tercero, San Lucas. Cuando él quiere presentar el comienzo de la vida pública de Jesús empieza a dar una serie de datos que encuentran su verificación histórica. Los dos primeros versículos del capítulo uno nos dicen que el Hijo de Dios vivió su vida en un momento determinado del imperio romano, con una serie de datos verificables”.

Los apóstoles predicaron lo que Jesús dijo e hizo, con una perspectiva distinta a la que tenían cuando vivía con ellos, porque en aquel momento no se habían dado cuenta de que estaban ante el Hijo de Dios.

“Comenzaron a contar las cosas con esa nueva luz que les había dado la Resurrección de Cristo para entender lo que el Señor les hablaba. Pero, ¿las palabras que los apóstoles predicaban eran exactamente las mismas que dijo Jesús? No parece demasiado probable. Algunas de ellas sí aparecen en los evangelios tal y como el Señor las pronunció, probablemente sí, pero no necesariamente. Si ellos estaban contando la predicación de Jesús lo decían con sus propias palabras. Lo que sí hicieron fue que no traicionaron el contenido de lo que Jesús predicaba y decía. El contenido de aquello era auténtico. Lo que ellos decían era lo que habían conservado en su memoria, bastante fiel a lo que el Señor dijo”.

Recordó que cada vez que se lee el Evangelio, “que no toma más de seis meses leerlos todos si cada día se completa un capítulo”, es como si se fueran descubriendo capas más profundas. En la primera lectura se captan unas ideas, y al repasarlo “uno dice; pero esto no lo había leído nunca, dónde es que estaba. Una tercera lectura y los mismo”. Cada vez que se lee se va profundizando en el texto. “Y eso es algo que causa admiración (…) para los que somos creyentes sabemos que el Evangelio ha sido escrito porque Dios inspiró a unas personas para que contaran la vida de Jesús”. 

“La enseñanza de Jesús en parábolas es algo extraordinario. Las personas se quedaban boquiabiertas cuando Jesús empezaba a contar los misterios por medio de parábolas. Cuando uno las lee se da cuenta de que es una enseñanza única, a veces porque se encuentran con una respuesta o una solución que nadie se espera. La enseñanza de Jesús dejaba huella”.