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El docente es la estrategia

Sep 22, 2023

En la vocación docente, que es apasionante y decisiva, resulta imposible pensar que se conoce todo lo que se es mejor que los colegas, porque esta tarea excede nuestras fuerzas. Así lo señala Aniceto Masferrar, de quien tomaré algunas de sus ideas y quien, a su vez, expone la necesidad de que conozcamos a nuestros estudiantes con su nombre y apellido, porque queda claro que el “docente no logra enseñar si el estudiante no quiere aprender”. En este sentido, no hay nada peor que responder a una pregunta que no se ha realizado… 

Por otra parte, la formación docente en sus competencias y habilidades redunda en la oportunidad de encontrarse y transmitir el conocimiento necesario para juzgar la realidad, tomar decisiones y ofrecer alternativas para el desarrollo del bien común.

Al preparar esta intervención me preguntaba, ¿por qué nos invitan año a año a regresar a las aulas de clase? ¿Qué mueve a los educadores, estudiantes y familias a retomar de forma constante este camino?

En el tránsito que ha significado materializar el ideario de la Universidad Monteávila, vemos claramente que desarrollar una competencia debe ir más allá de un discurso técnico, romántico o de moda, porque antes del discurso se encuentra la experiencia, que es también un proceso cognitivo, es decir, asumir la educación como el encuentro con una realidad que permite el desarrollo de todo el potencial y dimensiones de una persona en formación, deseoso (aunque inicialmente no esté consciente de ello) de encontrar el significado de dicho entorno.

El desarrollo de competencias requiere adentrarse también en la adquisición de habilidades, actitudes y conocimientos. Amar el conocimiento es, a la vez, apreciar la verdad, ir de forma madura y fiel al encuentro de todo lo que compone nuestra vida y, para ello, despertar las preguntas fundamentales. Como diría Luigi Giussani, educar es “un encuentro de libertades”.

Sin embargo, podemos invertir horas en el aprender a aprender, sacar cuentas, mirar a través de un microscopio, así como manejar la tecnología y encontrar estrategias para socializar exitosamente, y esto caer en “saco roto”. ¿Cómo es posible enfrentar con esperanza y firmeza las situaciones de la vida? Tomemos en cuenta que el aula es un recinto sagrado, así como enseñar el mayor bien que podemos ofrecer, porque todo lo que allí sucede debe tener sentido. Las competencias son útiles si entendemos esto y si el docente es el coprotagonista de un proceso educativo que estimula y hace crecer a cada estudiante. Esta es la verdadera estrategia.

En la Universidad Monteávila ofrecemos formación de excelencia y profesores con gran solidez académica, principios que orientan nuestro trabajo diario en la búsqueda de conocimiento. Por otra parte, los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Educación tienen la opción de cursar tres menciones en la carrera de Educación: Preescolar, Integral y Ciencias Pedagógicas en cuatro años, además de contar con la opción de formarse en una segunda mención.

Dentro de este proceso, y bajo estos principios propios de nuestro ideario, no es casual el que anualmente llevemos a cabo actividades orientadas a la profesionalización de los educadores, sostengamos alianzas que favorezcan la profundización en temas centrales para el ejercicio docente y diseñemos planes de estudio de postgrado acordes a las necesidades actuales. Pero, sobre todo, es interés de la Facultad de Ciencias de la Educación articularse con todas las oportunidades de estudio que ofrece la comunidad universitaria, así como con todo aquello que trasciende nuestras fronteras institucionales y que implica un bien para nuestros estudiantes. 

Si bien las competencias varían para los distintos planos del conocimiento y de acuerdo con cada carrera, la relación entre los factores que componen dichos planos conserva una unidad que manifiesta el sentido último del quehacer de cada profesional.

Uno de los aspectos que procuramos en la UMA es la importancia que se le da a los espacios de diálogo, porque sabemos que es pilar y brinda resultados en la formación de nuestros estudiantes, además de que permite ofrecer conocimiento sólido para estructurarnos como comunidad de personas y saberes.

El diálogo facilita el desarrollo del eje transversal constituido por la orientación filosófica, antropológica y cultural que impregna todo nuestro pensum. Buscamos, en esencia, que cada estudiante y cada profesor profundice en el conocimiento de la persona y la reflexión personal sobre la responsabilidad e impacto que conlleva su ejercicio profesional.

Hoy, más que nunca, es urgente contar con educadores con temple y conscientes de la integralidad que supone enseñar. Esta es la competencia a desarrollar por estudiantes y educadores, que habla de un maestro que es persona y estrategia, es decir, servidor de la humanidad.

Ahora bien, adquirir habilidades y herramientas, como señala un profesor de nuestra casa de estudio, no puede convertir el aula de clases en un “parque de diversiones”. Un tema a considerar es la necesaria motivación del estudiante en su proceso de aprendizaje y, otro, perder el foco sobre el sentido de nuestra misión. Más allá de distraer, como señala Aniceto Masferrar, el método del docente debe estimular y promover el afán de superación.

El docente emergente es ese profesional reconocido y que resulta una autoridad en el campo de la enseñanza. Hemos detectado que, a veces, no importa su procedencia, porque puede estar o no formado en la carrera de Educación. Sin embargo, como persona cuenta con un primer impulso y deseo de educar. Es cierto que esto no es suficiente, pero hoy hay grandes oportunidades, entre ellas desde las casas de educación superior, para hacerse de la “caja de herramientas” que le permitirá convertirse en ese educador a la altura de los retos que se presentan hoy y del corazón de cada persona.

La educación es eje transversal, la realidad impone el método más apropiado para el encuentro con el conocimiento y el docente emergente tiene la responsabilidad de contagiar la ilusión por la vida a través del contenido de su asignatura. Cuando un estudiante señala que lo que ve en clase no le sirve para mucho, quizás es por dos razones, porque requiere tiempo para asimilar el contenido y su trascendencia, o nos está faltando algo en la transmisión de la alegría de un camino que es para su bien.

Resulta una de las experiencias más contundentes el darnos cuenta de que nuestros estudiantes serán mejores profesionales que nosotros. Un docente emergente es consciente de esto, por ello su afán es mayor y demuestra, con humildad y sin prejuicios, la importancia de ir más allá.

Por otra parte, el diálogo invita a las alianzas. Nuestros estudiantes comparten las dimensiones que definen a todas las personas, su anhelo de verdad, justicia, libertad y belleza. Sin embargo, sólo es posible activar esa conciencia si se articula y comparte a partir de las experiencias educativas que sostenemos cada uno de nosotros. Para ello, es necesario dar un paso que haga de esta profesión un ejercicio formal, que invite al estudio sistemático y que decante en la creatividad propia de quien, mirando lo que acontece, es capaz de dar solución a las dificultades y retos de la vida.

Para la Facultad de Ciencias de la Educación de la UMA el servicio comunitario, por ejemplo, constituye una gran oportunidad de relación con las comunidades que atendemos y de contacto con personas que viven día a día procesos educativos en situaciones que normalmente no son las esperadas. Mirar la vulnerabilidad de un ser humano permite contrastar la propia existencia, aprender sistemas de comunicación más empáticos y adaptarse a la necesidad del otro en lugar de imponer un método.

Sabemos que nuestros maestros sufren la falta de reconocimiento por parte de la sociedad y muchas veces sufren condiciones de vida precarias y limitantes, pero también somos testigos de que no delegan su impulso innovador para la solución de situaciones complejas, ejemplo de su constancia y firmeza. La buena noticia es que mientras exista una persona interesada en formarse como educador, tendremos también la esperanza de contar con un ser humano que desea involucrarse con las necesidades y oportunidades de un contexto que llama a hacer crecer un país. 

En relación con lo anterior, es importante destacar que desde la UMA no nos interesa que los estudiantes ocupen sólo un puesto de trabajo. Desde nuestra casa de estudio nos preocupa que florezca la vida de quienes tienen la responsabilidad de educar, que estos docentes emergentes cuenten, como señalaba anteriormente, con una caja de herramientas dotada con todo lo que implica permitir el desarrollo de un ser humano íntegro, porque entiende que el bien común se construye reconociendo la realidad y formándose.

Nuestro programa de prácticas profesionales es también una oportunidad de aprendizaje importante. Los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UMA se insertan formalmente en las instituciones educativas a partir de los primeros semestres. La experiencia de las prácticas profesionales nos reta en la propuesta formativa que se realiza a nivel de pre y postgrado, por lo que es un espacio que beneficia al estudiante en cuanto a su profesionalización, a la Facultad de Ciencias de la Educación en su responsabilidad educadora y a la UMA como comunidad de personas y saberes. 

El reto es siempre plato fuerte y los resultados los veremos en la cotidianidad. Como señaló el chef Sumito Estévez en su momento, “el fin no es el plato; tenemos que cuidar la manera de comer y cocinar pensando en las consecuencias que esto pueda tener en la vida del comensal”, y ese comensal nos ha otorgado un permiso especial para formar parte de su existencia.

Alexandra Ranzolin, decana de la Facultad de Ciencias de la Educación en el panel “El docente es la estrategia” del ciclo de conferencias Regreso a Clases 2023-2024 de la Fundación Empresas Polar.